Pet Play, el instinto del carnaval animalesco del D/s

Por Master Insanus

El fetiche, esa pretensión por poseer el objeto de culto, siempre presente en nuestra sociedad globalizada y detrás de cada imagen que el consumo a ultravelocidades nos vende. En un tiempo donde pareciera que quiere vendérsenos el presente del animal consistente en una felicidad constante al no tener uso de la memoria, resulta agresivamente divertido montarse en un carnaval que muestre de manera espectacular el rol en el cual los mass media nos tienen sometidos como sociedad bajo una frustración constante al no encontrar el llenado de sus expectativas de felicidad consumista.

Una de las particularidades dentro del BDSM consiste en que ofrece una amplia gama de juegos sexuales y prácticas que pueden funcionar como detonantes para la muestra de una práctica no sólo erótica, sino estética de análisis y muestra del discurso de aquello que conforma nuestra cultura y sociedad. Me refiero al llamado Pet Play, variante del dúo D/s consistente en un juego sexual de rol, donde uno de los integrantes toma el papel de dueño y otro el de mascota. Básicamente consiste en un entrenamiento por parte de la figura del Dueño hacia la mascota. Ambos toman su papel de la mejor manera posible, entrando así en un juego de simulacro que en un primer plano implica la diversión de ambos. El uso del fetiche como figura central se lleva al extremo: la mascota se enfrasca en su papel al punto de semejarse según el amo haya decidido, entrando en variantes como el ponyplay, dogtraining, kittenplay, como los más comunes. El tipo de mascota escogida depende de la personalidad del sumiso (a), por lo que se implica que el amo posee un conocimiento sobre dicha personalidad. De igual manera cada tipo de rol animal implica una carga erótica –disciplinar, por ejemplo:

“-El Pony Play, será más orientado sobre la práctica y el entrenamiento que un «verdadero» domador equino impondría a su caballo: la marcha o el trote.

-El Puppy Play será orientado sobre la disciplina, la obediencia y las demostraciones de las capacidades del cachorro, el perro o el lobo.

-El Cow Play será orientado sobre fantasías de lactación o de inseminación.

-El Kitty Play será orientado sobre el carácter afectuoso y festivo del gatito, gato o león.”[1]

Como en toda práctica BDSM se establecen desde el principio una serie de reglas centradas en el SSC (Sensato, Seguro y Consensuado), así como técnicas de manipulación del cuerpo de la otra persona. Al comenzar el juego se inicia también una mascarada en el sentido de que se deja de lado las configuraciones personales para entrar en asumir el papel de animal entrenado. De entre todas sus variantes quizá el kittenplay sea el que más “libertades” concede ya que el gato es un animal difícil de entrenar, y donde se entra en la dinámica de Disciplina/juego de una manera más atractiva por castigar al gato que en todo momento hace su voluntad. El nivel de conocimiento del cuerpo y personalidad entre Amo (a) y Slave entra en juego aquí también, pues pala lograr la mejor caracterización posible se ayudan de caricias, premios, juegos que los hagan ponerse en la intimidad de ser capaces de colocar la mascarada de identidades de uno mismo al desnudo y disposición del otro en el momento preciso.

La performatividad cobra un aspecto relevante: el uso de orejas, indumentaria correspondiente al animal, plugs que simulan la cola del mismo. El fin de este acto no es necesariamente la relación coital, sino la exploración de ambos cuerpos, la puesta en escena de sus personalidades, de intimidad y juego del uno con el otro. Lo central sigue siendo la práctica de Dominación y sumisión, la responsabilidad de manipular el cuerpo y participar de los placeres de cada cual. Dentro de esto, acciones como el alimentar-se se manifiestan de la siguiente manera: el dueño alimentará primero que la mascota y decidirá la cantidad y alimento del segundo. Lo mismo sucede con las atenciones sobre el cuidado del cuerpo, de la mascota. Es en definitiva una muestra del cuidado de sí y de los otros, pero explicita en el acto de colocarlo en los puntos de exploración y como parodia burlesca de lo que la sociedad dicta. Se rompen con los convencionalismos sobre un placer montado exclusivamente en el coito y en el desconocimiento de la otra persona. Lejos de mostrar un cuerpo consumible y desechable, se pone en juego la participación en el conocimiento y placer de cada uno.

La máscara de personalidades continúa en juego en acciones como poner a prueba la capacidad de comunicación y uso del lenguaje, pues se restringen a veces a un código de signos tales como los sonidos de animales: ronroneos, gruñidos, etc. La simulación de consumir alimentos en trastes para animales (esto no implica comer alimentos destinados a animales, es parte del cuidado), uso de elementos como jaulas, arneses, colas-plug y orejeras. Parte de éste tipo de mascarada o juego es que se rompe incluso con los convencionalismos del mismo BDSM ya que aquí no existe la relación amo-esclavo, como decía en líneas anteriores, se maneja más en la línea de conocimiento, mismos y exploración de cada uno. Una cuestión que sobrevive aquí es el uso del collar de sumisión, como símbolo del sometimiento de la mascota.

Rompiendo así con los convencionalismo sobre las prácticas de la sexualidad y de trans-gredir con el orden de lo normalizado, se entra no sólo en el juego del conocimiento de la pareja, sino en una practica de exploración del mismo cuerpo y de resistencia a lo que la sociedad dicta como definido en lo que incluso parece declararse como libre.  Al final la manera en la que se asume cada rol no es sino una máscara de lo que nos constituye detrás de lo que denominamos como humanidad y personalidad. Nada hay definido y si mucho por explorar dentro de aquello en lo que podemos movernos. Si no podemos situarnos en la felicidad del animal que vive en su eterno presente, sí podemos simular el juego de un Carnaval donde detrás de todas las máscaras de lo que consideramos como personalidad no hay nada, sino las construcciones sociales que hemos hecho de nosotros. O Quizá si exista algo: la libido y voluptuosidad de ser cuerpo en exploración y construcción constante de sí mismo y en resistencia al consumismo, en este caso de un tipo de sexualidad que se centra en el acto mecánico de penetrar como posesión del otro sin adquirir conciencia de la cantidad de máscaras que uno puede asumir para auto explorarse. La caracterirización de la mascota dentro de éste juego no dependerá tanto quizá de la emulación tan perfecta que hagamos por fuera de cierto animal, sino el asumir el carácter del mismo animal como una máscara nuestra de la que podemos travestirnos. Tal es el caso de la chica del siguiente vídeo con lo que termino mi reflexión de hoy.

[1] Referencia tomada de la página http://pasion-y-arte-bdsm.webnode.mx/news/pet-play/

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Sobre la noción de Carnaval, mascarada y máscara, puede consultarse el pequeño ensayo de Eugenio Trías, Filosofía y Carnaval.

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