Sacher – Masoch, la educación del cuerpo disfrazado I

Leopold Sacher – Masoch, conocido por obras como “La Madre de Dios “ y “La venus de las Pieles”, fue un escritor austríaco de cuyo apellido se derivó más tarde el termino Masoquismo. Es reconocido por retratar elementos de la cultura austríaca de su tiempo en sus novelas. Su vida amorosa estuvo en clave de mostrar a sus amores la enseñanza de una relación poco usual para su tiempo: dejarse apresar cual animal débil y herido, cazado por grandes lobos que amenazaban con devorarlo. Dejarse azotar, humillar, con el pie de una mujer sobre su cuello, todas ellas pudiendo enmarcarse como un fetiche, eran prácticas aceptadas por él y llevadas a la que es su novela más escandalizada: La Venus de las pieles.

El amor entendido por este autor se forja desde las características de una mujer dominante, que sea capaz de mantenerlo tranquilo y azotarlo como a un perro, si es necesario. Tal cuestión es reflejada como apuesta con su primera mujer (Aurora), quien toma el nombre de Wanda inspirada en la novela de La venus de las pieles, según nos narra Deleuze en su “Presentación de Sacher – Masoch”. Según la correspondencia entre Leopold y Aurora, las mujeres de su época tenían dos tipos de ideales: el de la mujer pura y tranquila; y el de la mujer perversa y fría, vuelta así debido a la educación que la sociedad decadente de finales de su siglo XIX le daba. La violencia en este tipo de mujeres era dada por la perversidad reflejo de la misma sociedad. La cura propuesta por Sacher – Masoch consistía en educarlas mediante la expresión máxima de esa violencia: el hombre tenía que dejarse someter a las más terribles perversiones que la mujer pudiera darle. Pero como reza su novela :

“Las palabras de Goethe, «deberás ser yunque o martillo», no tienen mejor aplicación que a las relaciones entre hombre y mujer. Doña Venus te lo dijo también incidentalmente en sueños. En la pasión del hombre reposa el poder de la mujer, y ésta sabrá aprovecharse de su ventaja si aquél no se pone en guardia. Sólo queda escoger: tirano, o esclavo. Apenas se abandone, tendrá la cabeza bajo el yugo y sentirá el látigo.”

Que es lo que enmarcaba la cultura popular de su tiempo, cuestiones que aún permanecen en la nuestra. Sin embargo, para el autor de La venus de las pieles, esto no es así. Por delante se encuentra el goce del cuerpo del amante en la enseñanza de la mujer bajo el anhelo de que recupere la pureza que el siglo le ha robado. Se entra así en un juego sobre placer y dolor. La lectura de Deleuze proporciona aspectos sobre el rastreo de una nueva concepción del cuerpo, tanto en calidad de territorio a explorar, como de educación del otro a través de la relación placer-dolor. Pareciera que Leopold coloca a la mujer en un homenaje como criatura que devela su fragilidad, tanto de ser corrompida por la sociedad, como de regresar a lo que considera su instinto natural fuera de la perversión.   Pareciera que las peticiones hechas a su mujer y a el personaje de Wanda, son en realidad homenajes: la mujer como la diosa antigua, libre del cristianismo, capaz de amar a quien le plazca por el hecho mismo del amor.

En el discurso deleuziano al respecto, el masoquista se encuentra siempre en la posición de necesitar ser castigado, por lo que entra un complejo de culpabilidad. En realidad la mujer representa una ambivalencia de valores: es el sentimentalismo de aquella mujer pura y entregada, pero a la vez la crueldad de la sociedad, una no puede ser disociada de la otra, ambas como reflejo de la madre que busca reprender al hombre como buena madre y sin el ideal simbólico del Padre. Sin embargo, pareciera ser que culturalmente alejarse de la figura simbólica del Padre podría devenir en la locura y alucinación del hombre al no reconocerse, por ello surge la figura del contrato: Se anula el nombre del Padre al dejarse totalmente en manos de la Madre y anular la figura del incesto (prohibición paterna). Toda ley queda subyugada al cuerpo que desea en sí el trato de humillación como manera de negarse a una sociedad patriarcal.

Así, la manipulación ejercida sobre el cuerpo del masoquista es dada porque él mismo lo decide, contrario al caso de un sádico. En todo momento el masoquista posee el control de la situación, de ahí su papel como educador de la mujer que saca sus pulsiones más feroces con él. El cuerpo adquiere entonces medidas de enseñanza y de resistencia contra una sociedad patriarcal decadente. La ley queda anulada al poner de manifiesto la satisfacción del deseo. El placer se convierte en un simulacro parodia de la ley y la sociedad: si me dejo golpear es porque yo lo quiero así y puedo pasarme la ley por donde mejor me plazca. Otra máxima sería: Mira, he roto la norma, tienes que castigarme ante ello, pero mi castigo será mi mayor grado de excitación. Constituye entonces una parodia burlesca de la sociedad misma, una burla dirigida hacia la pena y las sensaciones de control que una sociedad patriarcal cree establecer. El cuerpo del masoquista cobra una máscara carnavalesca capaz de bailar las definiciones de placer y norma, volteándolas al movimiento que él quiera ejecutar dentro del baile.

 

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Bibliografía.

-Deleuze, Gilles. Presentación de Sacher Masoch. Lo frio y lo cruel. Letra e. Buenos Aires, 2001. Disponible en línea en: http://conexoesclinicas.com.br/wp-content/uploads/2016/07/Deleuze-Presentacion-de-Sacher-Masoch.pdf

-Sacher-Masoch, Leopold. La venus de las pieles. Edición en línea disponible en:   http://www.mazmorra.org/Biblioteca/venus_pieles.pdf

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