Des(variaciones) sobre Pandemia y Llull

En tiempos donde las singularidades nos llevan a un solipsismo, tener presente el espíritu de la concordia podría colocarnos en comprender la alteridad y construir una praxis ética desde los puntos en común de lo mejor de cada pensamiento. Hoy se conmemora a Raimundo Llull, personaje medieval cuya carrera en la búsqueda de lo que él denominaría como verdad, aprendería de manera autodidacta. No es gratuita la conjunción de pensamiento en este autor: terciario franciscano, estudioso del Corán y la cultura islámica en Al andalus, supo integrar también elementos de una visión que podríamos nominar como mágica, en tanto que su franciscanismo lo coloca en una integración de la creación: una ontología en donde el hombre es hermano de todo, y debe velar por la búsqueda de la verdad a través de su interior, a la manera de Agustín de Hipona. Su ética es la del bien actuar que lleva al bien vivir. La concordia no es simplemente un ideal; es toda una forma de vida cuyo reflejo es hacer de la vida un(a) (obra de) arte. El asumir su cristianismo a la manera de Francisco de Asís no hace de él un fanático, sino que, en asumir una vivencia del evangelio siendo hermano de todos, lleva a la Concordia como un estado de búsqueda y transformación constante; he aquí el estado alquímico de sus escritos. Dice Francisco de Asís en sus Admoniciones: «cuánto es el hombre delante de Dios, es eso y no más» Adm 19. Desde esta idea, el hacer de la vida un Arte  se plantea a manera de estructurar el pensamiento: su sistema lógico va desde el análisis de las estructuras morales, hasta la especulación de lo que ha de hacerse en una armonía matemática: uno de los lenguajes divinos desde el pensamiento. Pero no se queda ahí. Sus preposiciones lógicas son ilustradas a través de la imagen: está constituye una serie de herramientas plásticas, poeticas, colores, líneas, combinaciones, llevan a una estética y un ejercicio de lo político centrado en estar ahí, en el diálogo y la construcción de realizar dicho Arte.

El ejercicio de lo filosófico consiste para Llull en una transmutación que tenga como resultante una vida buena. Plantea una ontología del hombre receptivo, pues toda creación lleva en sí el sello de su creador, lo que permite elevarse hacia él desde lo cotidiano… La semejanza en Llull refiere a la imagen, es decir; un conjunto de emociones, pensamiento y reflejo de la bondad y perfección del Artífice en un mundo que no está del todo acabado. Todo se transforma, la imagen de un universo que clama a gritos a su Creador, pero que es desbordado y puede ser transformado a través del Amor… Aquí se asoma Duns Scoto y sus preposiciones sobre la creación. No es necesario demostrar la existencia de Dios, sino hacer posible el recrear el entorno del Amor que no es amado, pero que puede realizarse en cada búsqueda y transformación de dónde estamos. Poner las cosas en común para transformar el entorno.
Ahora, en el siglo xxi, donde el solipsismo de cada persona resulta «auténtico», donde lo que importa es el Yo, nos hemos olvidado de hacer de nuestra vida, y del mundo que nos rodea, una obra de Arte, con un objetivo concreto de una vida buena, de poner en común lo que otros piensan. De poner la vida como un todo que puede transformarse cuando asumimos lo que creemos vivir. Aún cuando no se crea en un Artífice o un dios, nos hemos olvidado de que la manera en que queremos conducirnos con los demás (ética) va unido a cómo lo practicamos y qué recursos manifestamos para mostrarlo (estética), y que a su vez nos situa en relación del gobierno que tenemos con los otros (política). Esta triada no deberíamos de olvidarla. En un mundo donde la muerte devora a todos, donde vivimos angustiados y aterrados, incapaces de conocer como transmitimos nuestros imaginarios, cómo nombramos las situaciones que nos ponen de cara a la muerte, al borde del abismo. Ahora necesitamos más que nunca, quizá echar una mirada a la Concordia.


Llull, al igual que Francisco, convivió y aprendió de los musulmanes, los derviches, aquellos que se comunican con Dios bailando. El amigo, es decir aquel que busca ese grito de lo divino contesta: «desde que vi a mi amado en mis pensamientos, ya no se ha ausentado de mis ojos corporales, porque todo lo visible me representa a mi Amado». Aquí su ontología nos coloca también con la significación del hombre. Llull recurre a una imagen activa: no es que todo sea bondad, sino que incluso todo aquello mostrado de manera negativa, como mirar de cara a la muerte, nos lleva a encontrar al Amado, no sólo como última consolación o esperanza futura; entra aquí en juego del pensamiento, la manera en la que evaluamos lógicamente la construcción de nuestra política. Habrá personas que no quieran poner en común en cuidado del otro, pero aún así, depende de qué podamos definir para transmutar aquello que tenemos delante. Nuevamente, rememorando la frase mencionada aquí de Francisco de Asís, no somos más que esto que tenemos delante. La Concordia es un camino, una imagen, una transmutación, que, como su nombre lo dice, no puede cambiarse algo si no hay otra cosa antes. La imagen es un recurso poderoso para transformar, incluso cuando tenemos que quedarnos callados ante la impotencia de la muerte. Incluso cuando bailamos como los derviches, girando sobre nosotros mismos, esperando que Dios conteste. Ya lo ha hecho antes: su creación grita, a veces quizá, el orden lógico implica esperar, pensar, analizar. Finalmente, la creación y los caminos del Amor No están definidos o predispuestos. Todo se transforma y vuelve a la Unidad.

Martes 30 de junio de 2020. Festividad de Raimundo Llull.
Jesús Siguenza García, OFS.

Cámaras IP y «Paisaje de acontecimiento»

Extracto de la tesis del siguiente link

Nuevamente emerge el preguntarse ¿de qué manera la tecnología provoca una disolución de las subjetividades y cómo afecta nuestros procesos de imaginación? Para ello quizá hemos de volver a una narrativa filosófica que nos introduzca en una reflexión sobre la memoria, el recuerdo y los procesos que provocan cierto status que identificamos como felicidad. El camino a los procesos de introspección en una sociedad en la cual debido a la velocidad de la información no nos está permitido detenernos a exorcizar nuestros fantasmas filosóficos. Para ello ahondaré en una meditación filosófica yendo a través de autores como Nietszche, Eugenio Trías, Pierre Klossowski, Agustín de Hipona y Paul Virilio, buscando una posible respuesta a dicha pregunta. Quizá  algunos conceptos devenidos del cristianismo pueden arrojarnos luces sobre la manera en que vemos, imaginamos e interpretamos el mundo en un presente constante. Ante la mirada de una cámara IP[1], que nos proporciona una visión en todo momento: ¿cómo es que vemos a través de ella?, ¿será posible que la antigua mirada vuelta a lo divino devenga en una mirada con apariencia de eternidad a cualquier punto posible de un presente del instante que nos rebasa?

 

 

      El presente del instante

 

Si es posible vivir casi sin recuerdo, o sea, vivir felizmente, como lo prueba el animal, es de todo punto imposible vivir absolutamente sin olvidar

(F. Nietzsche, Consideraciones intempestivas, 1876.)

 

La construcción de lo que denominamos realidad no es sino una de tantas interpretaciones sobre los deseos que los imaginarios sociales nos venden, por lo que esto influye tanto en la manera de percibir los objetos como en las convenciones alrededor de los imaginarios sociales de la realidad o la irrealidad. Por ejemplo: resulta que tras las reflexiones con que Nietzsche puso en cuestión los juegos del lenguaje y el establecimiento de verdades como productos de convenciones humanas para justificar el dominio de “unos sobre otros”,[2] se hizo posible pensar la historia y el tiempo de una manera no lineal, como había sido heredada del pensamiento cristiano a través de los siglos. Sobre todo con su propuesta del Eterno retorno, desde donde se plantea la cuestión del instante, el olvido y la voluntad.[3]

Sobre el instante, tomando en cuenta los comentarios de Pierre Klossowski a la Consideración intempestiva de 1886, llamada De la ventaja y la desventaja de la historia para la vida,[4] se nos presenta la cuestión respectiva a éste concepto en tanto que se habla de una obsesión por el pasado como problema medular del pensamiento y de la vida. Esto se da por mirar como una historia lineal, formulando así un “sentido histórico del pasado, so pretexto de liberar de él el presente”.[5] Se depende del recuerdo como una cuestión psicológica. Trasladándolo a la cuestión de los imaginarios, podemos decir que recreamos y formulamos la vida del presente a expensas de aquello que queremos recordar y tomarlo como una manera de asegurar una identidad. Nuestra visión cultural sobre el aferramiento a la identidad nos exige la configuración de un pasado, noción tomada del cristianismo, de influencia agustiniana donde el pasado a la manera de una historia de la salvación es lo que posibilita el presente como tiempo de actuación militante y habitación de la Ciudad de Dios en la tierra, construyendo el espacio a la manera de la esperanza en la vida eterna que espera llegar sin acontecer.

Siguiendo el análisis de Pierre Klossowski en torno a la consideración intempestiva mencionada, Nietzsche le da solución desde pensar el instante en tres tiempos: primero aquel que corresponde al animal, quien vive en una vida del presente eterno, sin historia, pues así como vive olvida; el niño, como segundo tiempo, es mirado desde el adulto como aquel que aún no posee una historia de la cual tener algún arrepentimiento, por lo que está al acecho del devenir de manera tranquila y sin prisa. El adulto se encuentra en el presente que mira hacia el fantasmagórico pasado, recreando así el instante brusco, en el que todo vuelve a ser fantasma una vez acontecido, viviendo a la espera de la muerte que traerá por fin el “deseado olvido”[6] de su vida acaecida brutalmente a expensas de la memoria.

Por ello, la solución es el Eterno retorno a la manera de un barrido que recuerda la memoria del animal, es necesario aprender a vivir realmente situados en el instante, pues de otra manera no puede conocerse la felicidad. Pero como reza la cita al principio de éste apartado: no se trata de situarse en la postura del animal, pues atenidos a nuestra cultura, nos resulta del todo imposible vivir sin olvidar y, por ello, sin poseer esa felicidad que se centra en el presente que nunca recuerda.

Según el análisis de Klossowski, la resolución es situarse fuera del sentido histórico, pues la relación histórica nos lleva a ser falaces en tanto que somos nosotros mismos los que hacemos actuar la memoria en tanto la plasticidad de nuestra configuración cultural. Se actualiza el “siempre posible” como aquello que mira entre no vaciar el presente al habitarlo de los fantasmas del pasado, ni desvalorizar el pasado por ponerse en la forma del animal. El barrido perpetuo del Eterno retorno consiste justamente en el acto creativo o voluntad creadora proveniente del olvido cuando nos basamos en dos tipos de historia, aquella que efectivamente nos sitúa en un punto de acontecimiento histórico y otra que actualiza el presente en todo momento: la felicidad de un dios que asume en si las tristezas, penares y alegrías de la humanidad entera al entender la historia del ser humano como su propia historia; se es mártir y victimario, tirano y esclavo; se es un solo espíritu, una voluntad creadora. No moral a la que se supedite nuestra historia, sino el Carnaval donde cada rol asumido es una máscara que presta el momento de la actuación. Es éste el presente en el cual, justo el Ciborg, no se sitúa, pero que entendido en su relación con lo tecnológico y la propuesta siguiente, podría mostrar una salida posible. Es ésta la mirada del Carnaval Travesti Filosófico sobre toda posibilidad: la Voluntad creadora del que toma el travestismo de ser un dios para sí mismo.

 

 

Paisaje de acontecimiento

 

“Vea, escuche, toque. Cierre los ojos. La memoria queda descolocada al mismo tiempo que la mirada se despega del ojo y éste del párpado.  Ahora todo es horrorosamente visible, audible, tocable y fácilmente olvidable e inoxidable”.

(Guillermo Goicoechea, Gramática de los medios).

 

Existe, en contraparte, la mirada lineal del tiempo, en la cual lo que cambia es la percepción sobre éste; se cree que hubo un principio, hay un plan de ejecución sobre el tiempo y un fin de la historia, como visión escatológica. Desde esta última corriente es donde podemos situarnos para un análisis de la realidad Ciborg. Sumergidos en una cibercultura o una cultura conectada en todo momento a la tecnología, hemos adquirido a través del uso de ciertos artefactos tales como las cámaras de video o fotografía, las transmisiones streaming y otros dispositivos mass media lo que antiguamente se denominaría como la mirada de Dios o el “Paisaje de acontecimientos”.[7]Esto es lo que constituye la médula del concepto de telepresencia en Paul Virilio: tener la información en la inmediatez del acto, en tiempo real, in-formación de los medios hacia la subjetividad. El Ciborg que mira desde los ojos divinos.

Tal justificación sobre la mirada divina proviene del Cristianismo que configuraba su teología y fundamentación filosófica y epistémica en una sola rama a pretender (bajo el establecimiento de la definición de los dogmas), así como la manera de entender mítica y filosóficamente el mundo entre los siglos IV y VI, hablar de Paisaje de acontecimientos remite a Agustín de Hipona, quien en su Civitate Dei explica que existe una visión que únicamente pertenece a Dios y dónde el pasado y el presente se conjugan en un sólo tiempo. La alegoría y metáfora se centra en la representación de un paisaje que podríamos comparar con una grabación en tiempo real, que al acceder a ella puede observarse el tiempo desde el inicio hasta el fin de la historia. Esto se debe al mito fundante de su fe contenido en la teología de la historia del libro de la Revelación, donde todo es observable al mismo tiempo: Cada decisión que el hombre ha tomado se conjuga en un único momento que sería apabullante para un hombre al no soportar mirar todas las posibilidades que ocurren en un sólo recuadro siendo parte así de un co-presente.

Traer a colación una metáfora que ayudó a consolidar el pensamiento cristiano en sus primeros siglos se relaciona con una sociedad global tecnologizada justo en el punto en que éste mito fue planteado por Agustín, no sólo para dar una explicación de su fe, sino para interpretar en su tiempo la manera en la cual habitar la Ciudad Terrena puede transformarse en una extensión de tiempo de la Ciudad Celeste, donde Dios mira de la manera que se ha explicado. Si bien el Doctor de Hipona no pensaba en la tecnología, Paul Virilio es quien enlaza ambos conceptos para fundamentar su tesis sobre la máquina de visión, cuya idea se centra en que la Visión o mirada de Dios ha pasado a reemplazar la visión humana a través de la tecnología. No se trata del “Fin de la Historia”,[8] sino de replantear el problema de ésta en tanto que nuestra relación con la tecnología se ve precisada de una velocidad de transmisión y captación de la mirada en un tiempo donde podemos ver todo al mismo tiempo, por tanto, comprender lo menos posible dado el exceso de información. La telepresencia se amplía en lo tele-tecnológico a través del uso de aparatos que fungen como artefactos del cuerpo tales como videocámaras, cámaras de vigilancia, web cam y señales en streaming. Luego entonces podemos acceder al paisaje divino mirando una gran cantidad de información al tiempo que sucede, o regresando atrás para mirar el hecho desde la mirada de la extensión cibernética en cuestión. Se rompen las fronteras del tiempo y el espacio al mirar lo que ocurre detrás de la pantalla. Nos diluimos en el cúmulo de información como si se tratara de una mascarada donde podemos participar del ojo divino: Es relevante mencionar aquí la teología y teleología del ojo, así como la cuestión de la mirada en Georges Bataille, quien, enfocado en la visión del erotismo, menciona lo siguiente en sus ensayos homónimos:

 

No pienso que el hombre tenga la más mínima posibilidad de arrojar un poco de luz sobre todo eso sin dominar antes lo que le aterroriza. No se trata de que haya que esperar un mundo en el cual ya no quedarían razones para el terror, un mundo en el cual el erotismo y la muerte se encontrarían según los modos de encadenamiento de una mecánica. Se trata de que el hombre sí puede superar lo que le espanta, puede mirarlo de frente.[9]

 

Respecto al Ciborg y según la cita de Bataille, la pregunta prudente sería ¿Cómo hundirse en el dominio de aquello que nos causa terror? Ser capaces de desvelar la mirada del miedo implica liberarse de los dispositivos de control que nos atan dentro de la sociedad. La mirada puede ser desvelada, pero también impone un control sobre el otro. En el caso del erotismo, devenir en ojo, como en el caso de la novela Historia del ojo, es cumplir con el terror del vacío y la muerte a consecuencia de la conjunción entre erotismo y muerte sin desvelar los miedos de la mirada. La mirada del ojo divino que libera, aquel que soporta todo es la puesta entre las piernas abiertas de Madame Edwarda invitando al placer para después desvanecerse en la nada. Detrás de la mirada divina simplemente está el vacío, la nada, el hastío. El dios de Agustín no tiene cabida en donde la mascarada del hombre, al ser desvelada por la mirada, nos lleva a la confrontación del vacío en una espiral entre mirar, desvelar, gozar y morir. Este proceso se repite incesantemente en la mascarada.

Resultan, hasta aquí, dos usos específicos que podemos rastrear ante el uso de un medio de vídeo que se configura como artefacto-extensión del biocuerpo. El primero denota que poseyendo la mirada divina, devenimos en un ojo que todo lo ve. Ejemplo similar a la vigilancia distópica está presente en la novela 1984 de George Orwell. A primera instancia pareciera ser una exageración si el lector atento ha prestado detalle a la novela aquí mencionada, donde un mundo posible y futuro a la realidad del autor se encuentra totalmente vigilado por cámaras que muestran en tiempo real toda la información ante el personaje llamado El gran Hermano. Todo aquello que esté en contra de lo que éste personaje dicta es automáticamente señalado e intervenido creando así una sociedad de control perfecta a través de lo que se denomina como policía del pensamiento, consistente en unidades de vigilancia que intervienen y censuran en el momento preciso.

Ahora bien, pareciera ser que la distopía de la novela mencionada no se ha cumplido y, sin embargo, vivimos situaciones muy similares a las retratadas aquí. Por ejemplo que existen cámaras IP alrededor de todo el mundo: desde aquellas instaladas en cuartos para vigilar bebés; en bancos, calles, bares; incluso cámaras web habilitadas en función de vigilancia. Su uso declarado consiste en dirigir su señal vía internet en tiempo real hacia donde el usuario decida mirarlo y desde el dispositivo que guste. El internet se transforma en el lugar donde acontece la mirada divina. Puede observarse desde un teléfono celular hasta una computadora o un sistema complejo de seguridad, ya que se puede accederse a la mayor parte de éstas cámaras con un navegador de internet común al ingresar direcciones como <inurl:”ViewerFrame?Mode=”>, arrojando así multitud de entradas a diversas cámaras a nivel mundial. Su problemática no se reduce al probable fallo de seguridad que las empresas productoras de éste tipo de artefactos ha hecho o saltado a propósito para facilitar el acceso a la información, puesto que IP representa una dirección física traducida a un lenguaje virtual, sino en producción de una necesidad de acceder a la mirada divina como medio de vigilancia y control el mayor tiempo posible. Por ello el epígrafe de Goicoechea al principio de éste apartado. Subrayar que “todo es horrorosamente visible, audible y tocable, se vuelve un espectáculo grotesco en la medida de ser inundados por información transformada en imagen; no se trata del Gran Hermano, sino del Ciborg que todo lo puede mirar en tiempo real: desde pasajes hasta bragas y lo que hay debajo de ellas o incluso imágenes Gore para alimentar nuestro morbo. Todo alcanzable y fuertemente olvidable.

El sujeto-usuario adquiere la autonomía de la web como un uso político de la vigilancia que deja atrasado el modelo del panóptico de Foucault ya que ahora no necesitamos de una cuadratura del espacio, sino de una conexión para mirar todo cuanto queramos. Cualquiera que con un celular o un ordenador puede situarse tras la pantalla, digitar y vigilar, para luego comentar o difundir desde una red social como fenómeno de la estigmatización del sujeto. Situarnos en la visión del Paisaje de acontecimiento nos coloca en una posición que excede la política, como dice Paul Virilio:

Nos encontramos al fin de una era de lo político: el poder multimediático —y ya no mediático (de la prensa y de la televisión)— plantea problemas a la esfera de lo político. Esta transición es “transpolítica” […] Ahora bien, el surgimiento de estas tecnologías establece un sistema de poder que no tiene nada que ver con el poder de control que manejaba un gobierno: un ejercito y una policía. No debemos olvidar que, en el pasado, la palabra “mediatizar” significaba “someterse a un señor”, estar mediatizado durante el periodo feudal, era convertirse en un hombre ligado a un señor: lo mediático es aquello que conserva un poder bajo control.[10]

Así como el dios de Agustín de Hipona observa y determina el bien y el mal desde su Paisaje de acontecimientos, la mirada de Dios nos proporciona el medio para vigilar y discriminar la información. Sólo que ahora hemos traspasado la frontera de lo político. Se diluye de esta manera la subjetividad en tanto que el ejercicio de lo político atraviesa por redes de dispositivos de control en donde cada uno de los que nos conectamos ejercemos una vigilancia sobre los otros. No se necesita de una policía del pensamiento cuando cada singularidad es capaz de vigilar, acosar, estigmatizar y mediatizar todo aquello que puede captar. El prefijo trans abre la discusión hacía pensar la política desde un contenido que abre los horizontes de su ejercicio, en este caso hacia las fronteras de la virtualidad y las configuraciones del Ciborg como monstro-dispositivo que absorbe todo a su paso.

Ahora bien, así como se establece un juicio sobre la mediatización de la información, es tanta la que nos llega y captamos que se transforma en contenidos fácilmente olvidables. Nos hallamos en un tiempo similar al del animal, pero sin la felicidad ya que el presente que tenemos nos lleva al impulso de querer consumir cada vez más información aunque no seamos capaces de procesarla. Entonces nos situamos en el olvido, pero sin prestar atención a todo aquello que consumimos como información y cobra relevancia del pasado. Usamos la mirada de dios sin ser capaces de transformarnos en un dios para nosotros mismos. La mediatización de la información nos ata a colocar nuestra memoria en las extensiones de bases de datos que guardan la información en lo que aparentemente es la nube, pero que tiene una base física para almacenar la información en supercomputadoras. La distinción que tenemos con el presente del animal radica en situarnos en un hiperconsumismo de información que nos sobrecarga al confiar nuestra capacidad de memoria a la web como extensión de la nuestra, colocándonos en la fragilidad que nos hace caer en el olvido rápidamente al no depender de lo que algunos denominan “naturaleza”. El animal procesa la información de lo que necesita al momento, satisfaciéndolo en el mismo. Nosotros lo dejamos al almacenaje del ciberespacio.

De aquí el segundo problema respecto a  la mirada de Dios: el olvido.  Dice Virilio citando a Norman Speer que “el contenido de la memoria depende de la velocidad del olvido”;[11] percibimos acontecimientos y microhistorias en todo momento, pero no podemos almacenarlos todos y en realidad tenemos una industrialización y producción de la información que configura el imaginario social. A este tipo de sociedad Virilio le llama sociedad del “Globalitarismo”.[12] Basándola en una sociedad donde la velocidad de la información corre rápidamente y donde el Paisaje de acontecimiento unifica y comunica la información a nivel global, superando así las fronteras de lo político, como una sociedad del extremo. Por mi parte prefiero llamarla sociedad de Tecnocontrol, ya que me parece que los dispositivos implantados por la mirada de dios, que llevan a la vigilancia, son parte medular de la configuración del Ciborg en tanto que extienden sus fronteras hacia la tecnología que atraviesa a los sujetos dentro de la prótesis cultural. Se nos lleva entonces a la poca retención de datos puesto que el almacenamiento de la memoria se amplía en artefactos que tenemos a la mano: fotografías; redes sociales encargadas de traernos recuerdos cibernéticos de canciones, frases, imágenes; lugares vistos al momento mediante cámaras IP, videos que almacenan nuestras memorias y las conservan como un montón de bytes almacenados en la red o en algún dispositivo electrónico. Todo esto se encuentra en un nivel informático, es decir, es información procesable y cuantificable en bases de datos, números binarios compilados por la computadora y traducidos a diversos formatos de lo que entendemos como videos o imágenes. En ese sentido no configuran lo que usualmente conocemos como memoria, pues tienen que pasar aún por un programa que nos permita traducirlo a lo que entendemos como imágenes extensiones de la memoria. Una vez traducido y alojado en el ciberespacio, podemos entenderlo como lo que constituye la memoria digital, o esa extensión que nos permite alojar el recuerdo en imágenes, atándonos al movimiento y uso del ciberespacio como un no-lugar, y a la vez como punto de encuentro con lo que nos configura en un presente que se consume a sí mismo.        En la película Johnny Mnemonic (1995),[13] adaptación de la novela Neuromante de William Gibson,[14] el protagonista es un cibervaquero o mensajero, encargado de transmitir información en ampliaciones biocerebrales que permiten almacenar información en gigabytes para poder ser transportada. Johnny borra los recuerdos de su infancia para poder ampliar su capacidad de memoria, pero en su última misión guarda un tamaño de información que excede su capacidad de disco duro cerebral y comienza una carrera contra la muerte al tener un derrame sináptico de información en el cerebro. Si bien actualmente no tenemos bioimplantes cerebrales que nos permitan almacenar gigabytes de información, si tenemos diversos dispositivos que nos permiten guardar terabytes de información y tenerlos como artefactos-extensión de nuestro propio cuerpo.

El hombre de la mascarada dentro del pensamiento de Agustín de Hipona no requería de dichos artefactos; en su pensamiento la memoria cobraba un papel importante permitiendo el acceso a lo divino en un camino de introspección que lleva a la manifestación de Dios en la parte divina del sujeto mismo, manifestándolo también en la asunción de su cultura con ritos y símbolos propios del cristianismo. El Ciborg ya no requiere de encontrarse a sí mismo, pues su parodia se diluye en tantas imágenes como pueda almacenar en sus dispositivos. Existen tantos avatares virtuales y no virtuales como la simulación de la mascarada lo requiera. La cantidad de información que la mirada de dios le proporciona es tal que le ocasiona lo mismo que a Johnny al sobrecargar su implante: un exceso de información que no necesita ser recordada, sino vista, juzgada y estigmatizada. El Ciborg en su gran monstruosidad es, tanto el hombre de los pequeños acontecimientos como el hombre del olvido. No es simplemente la imagen peligrosa que Virilio señala con su pensamiento. No es el juez degollador avatar de la tecnopolítica que supera toda frontera y se mueve flotando como un fantasma en el ciberespacio. Tampoco el cibervaquero de las imaginerías de Gibson. Es el dios que muere de hastío ante el manejo de información que diario pasa por su mirada, es aquél que puede conectarse con cientos de lugares estando tirado en la cama, harto de tanta información, pero con la imposibilidad de rechazarla al ser necesaria incluso para su supervivencia.

______________________________________________________________________

[1] Una cámara IP refiere a una cámara con transmisiones en vivo que no requiere de una computadora para conectarse, ya que en sí posee un micro ordenador de baja potencia que le permite enviar la información. A esto se le denomina visión en vivo, actuando como un ojo en tiempo real. Incorpora, además, otras funciones como detección de presencia, envío de datos a una cuenta de correo electrónico y grabación de imágenes. Se conecta vía un concentrador HUB u otros puertos de banda ancha, sea a internet o a intranet. En algunos casos ni quiera requiere de una IP fija. Al respecto, consultar < http://ingenieria.tvc.mx/kb/a551/que-es-y-como-funciona-una-camara-ip.aspx&gt; .[Última visita: 01/11/2017.]

[2] Este tema puede constatarse a lo largo de la obra de Nietzsche, pero sobre todo en La genealogía de la moral y Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

[3] Cf. P. Klossowski, Tan funesto deseo, p. 12.

[4]  Cf. Ibid, p 12 et passim.

[5] Ibid., pp. 12-13.

[6] Ibid., p. 13.

[7] El concepto es formulado por Paul Virilio en una entrevista homónima hecha por Olivier Morel. Presentando el texto del mismo nombre. El material puede consultarse en línea en: <http://148.206.107.15/biblioteca_digital/articulos/7-129-1875fvf.pdf >. [Última consulta: 11/03/2017.]

[8] P. Virilio, “Un paisaje de acontecimiento”, p. 224.

[9]  Georges Bataille, “Prólogo”, en El Erotismo, p. 5.

[10] P. Virilio, op. cit., p. 245.

[11] Cf. Ibid., p. 247.

[12] Ibid., p. 246.

[13]  Robert Longo, Johnny Mnemonic, Estados Unidos, 1995.

[14] William Gibson es el creador dentro de la literatura del género conocido como ciberpunk, de conceptos tales como el ciberespacio y la matriz o matrix como el lugar de extensión del ciberespacio. El Cibervaquero es la figura que influyó en la adopción de la forma de subjetividad de hacker como el sujeto-punk encargado de poner en jaque los no-lugares y los bancos de memoria frágiles de un estado Globalitario.

Quatro: lo que devela el espejo

Jesús Siguenza García

 

El cine de Tinto Brass ha estado pendiente de la cuerda entre lo erótico y lo pornográfico según la crítica de cine. Sin embargo algo que me ha cautivado desde sus primeras producciones es la manera en que la cámara y la sucesión de imágenes se transforman en una delicada colección capaz de captar el deseo y el erotismo como si se tratara de brotes de cerezos: delicados, rojos, escondidos, asomados en el reojo de apenas un par de segundos que esconden tras si al menos una sucesión de 8 fotogramas con contenido. El cuerpo, en erupción permanente capaz de derrochar su encanto en pequeñas flores, apenas perceptibles… constituye esto un vaivén constante en la cinta Quatro (2002), en la cual Brass se encarga de unir en una cámara con calidad CCTV[1] cuatro historias entrecruzadas sobre la exploración de diversos momentos eróticos en la vida diaria de Roma.  Si bien, el uso de un circuito cerrado de televisión presenta una calidad baja, además del uso común de éstas consistente en que las imágenes son transmitidas para un público en específico, es decir, un control de la mirada, el hecho de constituir una edición y tramado de imágenes nos coloca delante de un ojo voyeur un ojo abierto como dispositivo hipersexual[2], es decir, un lente cuya funcionalidad es espiar en escrutinio todo lo que se mira del otro lado. Cada detalle atrapado en él es una mirada de lo erótico en el mismo cuerpo mostrado. La forma de espirar toda la vida (con detalles como los personajes arreglándose, yendo al baño o simplemente transitando por las calles) ya constituyendo poco a poco las historias que parecieran estar completamente separadas, pero terminan entrelazándose por el eje temático de la sensualidad y la búsqueda del cuerpo que responda a la provocación erótica. Ya no es simplemente la cámara con que fue grabada la película, sino el cuerpo que se deja ver invitando al espectador a develar su propia sensualidad e irla recorriendo a través de lo que es mostrado aquí en el lugar donde todo se comparte, lugar que algunos llaman pantalla como si fuera algo exterior a la singularidad y que, sin embargo, actúa ya como un lugar de ceremonia y encuentro, festín de lo desbordado, mesa de autoinmolación…  definitivamente no podemos librarnos de la transmisión de contenidos eróticos sea en imagen o video, amateur o profesional. Sí. Una superproducción baudrillaneana que invade trastocando no sólo la economía (vista desde ojos per-versos), sino que en su producción misma, en la exploración de los deseos, en ser mesa de autoinmolación, encuentra las salidas para sacar de lo oculto la sexualidad femenina, revocar el status de que el placer se encierra tras el velo de la cuestión de género para volver a constituir parte de la carne sin velo. Carne en deseo y sonrisa es el personaje de Wesly, su mirada, lo que se esconde tras su cabello[3], sin importar el género que se tenga…

vlcsnap-2018-11-23-11h22m04s559
Wesly y la mirada que regresa

 

Por ejemplo, un cameo de 52 segundos enfocado en el rostro de Wesly, va desvelando su disposición a través de las facciones mostradas. Comenzando con la mirada devuelta, ese rostro que se deja explorar ahí en el instante que, si bien las tomas pasan por mostrar brevemente sus pechos cubiertos por su cabello a la mitad, o sus nalgas elevadas al moverse (obsesión constante de Brass: el culo es lo que define a cada cual) siempre se está al pendiente del ojo, se los labios, la risa que estalla en creatividad como respuesta ante el “Haz lo que imagines”. El  ojo como destello de sensualidad; “reconozco a aquel(l@)  que soy”, concepto que Yunuen Díaz trata como rasgo evolutivo en los homínidos de su exploración frente a la cámara:

Frente al espejo somos dobles y eso nos ayuda a olvidar que somos finitos[…] nada hay más profundo que la imagen. “I´ll de your Mirror”: “Yo seré tu espejo” no significa “Yo seré tu reflejo”, sino “Yo seré tu ilusión”. Seducir es morir como realidad y producirse como ilusión. Pero en nuestra sociedad, todo es ilusión y cómo probar que el espejo no es real, si está ahí, con todo su esplendor, mostrándonos lo distintamente cotidianos que somos.[4]

 

Así nos reconstruimos a través de la imagen-espejo que tenemos enfrente; no es sólo el placer de Wesly o su compañero, está por medio la manera en que interpretamos nuestro placer, el juego elaborado a través de, como una seducción que no se hace sólo de fotografías o tomas de video, es, en el instante mismo en que ocurre la mirada, un formarnos con el placer, no del otro, sino de uno mismo en el instante que ocurre mirarnos ahí… por alguna cuestión relativa con esto es que la mística cristiana estuvo invadida de referencias sexuales y eróticas; si hay un dios, la experiencia más sublime cercana a él es la de nuestro mismo placer estallando, como dijeron algunos versos carmelitas de sor Ana de san Joaquín:

Con un continuo gemido

anhelo a ver vuestro rostro,

que a vuestra tórtola ausente

solo el gemir es socorro.

Tanto el reflejo de lo divino, como de lo que nominamos el otro frente a nosotros, en la cópula, en la imagen, no es sino el encendido se saber ahí, en el mismo paso que evoca nuestra muerte  en un constante, muy a la manera de Bataille, para renacer una y otra vez; muerte y resurrección encontrado de frente en un ojo, no una cámara, no una estúpida pantalla, juegos de placer y simbolismos unidos ceremoniosamente en el ahí, el aquí, el tiempo del instante siempre presente.

Las tomas de la película transcurren en mostrar pequeñas historias de seducción en donde la significación de éstas no es lo explícito del sexo, sino la manera en que la cámara ojo muestra los  detalles de dicha seducción: besos apasionados, miradas entrecruzadas, dedos recorriendo la piel mientras ésta se eriza, el vaivén de un largo cabello azabache siendo recorrido. La ida y vuelta del culo a través de la mirada; levantado, lamido, escondido bajo la perfecta línea que divide la espalda.  He aquí el seseo desbordante sí. Pero lo ha estado latente desde el inicio de la película, observado a través de cada insinuación del cuerpo de ambos… ¿por qué no decir que la película está llena de sexo? Como dijera Barthes:”el sexo está en todos lados, menos en la sexualidad.”[5] Dicha cita hace referencia a un estado latente de producción que Jean Baudrillard hace llamar hipersexual, en el cual el deseo es producido de tal manera que, el goce sexual masculino recalcado como lo primordial es vendido y yace desde la publicidad de ropa íntima hasta la explosión de imágenes pornográficas en donde su consumo no obedece a la satisfacción de una carencia, sino a la mirada-espejo mencionada anteriormente.  Y sin embargo, en lo dicho aquí pareciera recalcarse que la seducción se enfoca en lo femenino o en rasgos femeninos remarcados, pero como dijera el mismo Baudrillard, la seducción va más allá del género:

[A la seducción] Nada le pertenece, excepto las apariencias – todos los poderes le escapan, pero hace reversibles todos los signos ¿Quién puede oponerse a ella? Lo único que verdaderamente está en juego se encuentra ahí: en el dominio y la estrategia de las apariencias, contra el poder del ser y de la realidad. De nada sirve jugar el ser contra el ser, la verdad contra la verdad: esa es la trampa de una subversión de los fundamentos, mientras basta con una ligera manipulación de las apariencias. […] Lo masculino es cierto, lo femenino es insoluble. Esta proposición referente a lo femenino, que incluso la distinción entre lo auténtico y el artificio carezca de fundamento, también es curiosamente la que define el espacio de la simulación: ahí ya no hay tampoco distinción posible entre la realidad y los modelos, no hay otra realidad que la segregada por los modelos de simulación, como no hay otra feminidad que la de las apariencias. La simulación es también insoluble.[6]

 

Lo masculino queda dado por sentado ya que se refuerza en las estructuras que generalmente relacionan el orgasmo a lo masculino, a la estimulación del falo, según Baudrillard lo femenino se encierra tras las apariencias consistentes en lo que lo masculino da por sentado, que el placer pertenece a él, y sin embargo, la cuestión del placer no se limita a una pasividad vaginal, sino a todas las zonas erógenas por explorar. Cuerpo que sobrepasa el género, he squí el espacio de la simulación formadora del espacio para la seducción.

En el clímax de dicha cinta se entrecruzan las miradas sobre los cuatro personajes: la seducción como proceso en el cual todos ellos se encuentran. Sobre las penetraciones prevalece aún el juego de pieles estirándose, ojos cruzando miradas, obsesiones por si alguno de ellos se ha enamorado del culo del otro. El culo en el cine de Brass como ese proceso de estar ahí, englobando las configuraciones y personalidades de cada uno de sus personajes. No es un agujero que puede ser penetrado, sino la expresión misma de otro ojo que todo lo muestra, incluso la seducción escondida. No se trata de que Quatro deje de ser pornografía o que sea cine erótico. En su lugar ambas cuestiones se conjugan, pues lo pornográfico no se reduce a una exposición lineal sobre imágenes o procesos de producción taylorizada.  Como dijera Andrés Barba, “[en el porno] puede descubrirse una complejidad subterránea de significados y lecturas”[7] rompiendo con lo establecido, atreviéndose a que cada ojo que contempla del otro lado, pueda realizar una mirada-espejo, lo mismo que la introducción de una mirada divinizada, para hallarse en los procesos de descubrir su propia seducción.

vlcsnap-2018-11-23-11h18m29s239

________________________________________________________
Notas al pie

[1] CCTV o Circuito Cerrado de Televisión; se define como una tecnología de videovigilancia en una calidad media, usado comúnmente para vigilar espacios específicos.

[2] Yunuen Díaz, Todo retrato es pornográfico, 20p.

[3] Gilles Deleuze y Félix Guattari escriben en El AntiEdipo que incluso el cabello da ciertas codificaciones hacia qué tipo de mujer es la que se encuentra de acuerdo a su peinado, si es joven, trabajadora, ama de casa, prostituta… la codificación se transmite en todo momento como proceso de masificación de subjetividades. Jugar con éstas es una posibilidad dentro del erotismo pornotizado, dentro del ojo que transmite y espía, como el caso de esta cinta.

[4] Díaz, Todo retrato es pornográfico, 94p.

[5] Barthes apud J. Baudrillard, De la seducción, 12p.

[6] Baudrillard, De la seducción 17p.

[7] Andrés Barba y Javier Montes, La ceremonia del Porno.  17p.

Cuando el mundo se vino abajo… distopías mexicanas y mode

Jesús Siguenza

Amplios son los caminos del Industrial y EBM en México desde hace unos años. Nací en 1989 y me tocó la música de los 90´s con su Tecno experimental, luego, en el bachillerato, recuerdo que una gran mancha negra cubría la preparatoria: estaba de moda el “goth”,  algunos ñoños éramos llamados otakus por otros y  se imponían como moda diversas vertientes del “ser darks”, entre ellas, la música Industrial, que me ha acompañado hasta ahora, hablando en algunos casos de mundos distópicos y perversiones sexuales.  Con el tiempo, se paró de Hocico el Industrial bailable… “con buen beat”… como dijeran algun@s, con ese dúo de mexicanitos que ganaron fama en Alemania y Europa años más tarde.  Pero siempre guardé una fascinación por la anarquía, por las novelas de William Gibson cuando aún carecíamos de google para buscar pdf y, tardábamos siglos en descargar una canción.  Con esa anarquía y una ñoñez casi innata me di, en la mayoría de los casos, a buscar música e ideas que siguieran corriendo esa anarquía y crítica a las distopías presentes que algunos lectores veían como imaginarias, mientras este buen pesimista las veía acaecer y venir pronto.

Justo del año de mi nacimiento proviene un disco… más bien un cassete que era intercambiable en el Tianguis del Chopo… de otros mexicanitos que sembraban experimentación de sonidos con críticas a una distopía no imaginaria, sino vivída fuertemente durante quizá dos décadas pasadas a su publicación, sobre todo en el gobierno a manos de Díaz Ordaz, y que parecía nunca iba a cambiar.  Manifestándose contra ese orden, grabado en una baja calidad y pasado entre manos en el Tianguis de la periferia de la Ciudad de aquel entonces, se dejaba escuchar algo así:

https://www.youtube.com/watch?v=beZ-SdO61Rs

 

Cabe mencionar en el recuento a bandas como Decibel (1979) y La función de Repulsa. Los años 80s y el new wave proveniente de Alemania y Gran Bretaña, aunado a los nuevos intrumentos an+alogos que se desarrollaban  como interfases de audio y sintetizadores o efectos para guitarra, permitieron la experimentación de diversos sonidos. Me viene a la mente los ensayos del grupo mexicano de Rock progresivo Chac Mool que, influenciados por Pink Floyd, buscaban experimentar con diversos sonidos integrando en su búsqueda música prehíspanica y buscando estudios que les permitieran jugar con hasta 64 canales de audio al momento de grabar (Cabe mencionar que, en ese tiempo, los estudios convencionales de grabación tenían entre 6 y 8 canales, pues consideraban que eran suficientes para una banda común).

1989 fue la fecha en que para Interface, banda mexicana del naciente EBM,  el mundo se vino abajo, aunque quizá venía haciéndolo hace ya unas décadas. Influenciados por la banda Cabaret Voiltaire y su sonido  experimental con sampleos de fábricas y de sonidos de la Ciudad  (De ahí el nombre Industrial, ya que recopilaba, producía y ejecutaba ritmos de la Ciudad, la tecnología, fábricas y su desorden traído por el progreso), existía ya un inicio mexicano con la música EBM y el Industrial ─a pesar de las referencias fresas vendidas por Televisa que nos pueda ofrecer declarar a Moenia como los iniciadores de movimiento, con todo lo que me gusta ese sonido─  Más que un ritmo bailable, que he de declarar que no falta (aunque sea lento como declara mi esposa), sus canciones poseen ese ritmo de anarquía y sonidos de una distopía hecha vida montados a modo de protesta, declarando que existe una visión de la llamada “realidad” como maquinaria de guerra, como  control instaurado a través de un viejo PRIísmo que ahorra sigue arrojando a sus vástagos en pseudo izquierdas que prometen un cambio a México. ..si seguimos con ese ritmo cadencioso y las viejas novelas de Orwel y Gibson, quizá deberíamos notar que la anarquía, ahora ciber-tecno-utopía, sería el lugar para organizarnos y crear cédulas de trabajo, sostenimiento, multitud… pero con las modas, el sonido de experimentación pasó a convertirse en un dato curioso oculto entre la web, cambiado por un beat bailable para jóvenes urgidos por alcohol y ácidos que pretenden escapar de su mundo… tal como en Batman del Futuro… al ritmo de anillos de led comprados en La Merced (porque ser Goth, Ciber, steampunk, ciberpunk, etc, cuesta mucho dinero… ni qué decir del Dark Cabaret que, afortunadamente no pegó tanto por los costos de la ropa jeje)… la uniformación en moda de la información de “ser distinto” en una sociedad donde todo es comercializable y normalizador…  Quizá tales experimentos como los de Interface habrían de servirnos para mirar en retrospectiva y plantearnos en qué modos llegamos a este presente… y darnos espacio para experimentar nuestras propias anarquías y organizaciones en red, más que ser una moda normalizadora, o creer que hay un cambio entre los vástagos del supremo líder cuando el mundo se vino abajo.


¿Cuándo se vino abajo el mundo? Definitivamente no cuando el Goth fue moda y yo era un adolescente cantor y  pseudo poeta de la escena under.  Al menos lo que Interfase declara en sus sampleos y voces militarizadas: el eco de una sociedad que venía de una guerra civil a principios del siglo xx y cuya resolución y gobierno estuvo a manos de lo militar enseñado como Patria  (si usted tiene dudas de si eso perdura, basta con mirar la escolta y honores a la bandera, así como la importancia de quines pertenecen a la escolta como los más destacados), la dureza de la represión a estudiantes en el 68 y a la música aceptada… ¿qué ha cambiado desde ese entonces? ¿seguimos militarizados en un Narco estado armado? ¿quíen es el líder ahora? Durantes las últimas eleciiones mucha gente hna dejado en manos de un hombre syus esperanzas y sueños… sin duda abre la posibilidad de un cambio, quizá de un kairós, pero definitivamente no se halla en las manos de una sola persona.  Pensarme como máquina, aceptarse en un mundo militarizado, reconocer que la distopía se ha hecho topos, que la violencia nos ha invadido y puede verse en cualquier lugar, merece buscar las maneras en que podemos experimentar una salida.

Para los que pensamos que hay estructuras que no pueden tumbarse, pero que creemos que los ataques de red de enjambre posibilitan salidas, que las micro organizaciones permiten trabajar unos con otros desde diversos puntos, que creemos que la anarquía es un camino viable, mirar hacia el pasado, hurgar en estos sonidos experimentales llenos de delay y quejas contra su distopía vivelcial, nos permiten comprender nuestro presente y atrevernos a ensayar y experimentar, como dijeran los españoles Alonso Andoni e Iñaki Arzoz, es necesario elaborar un laboratorio en el cual podamos ensayar nuestra polis más allá de los lugares donde estamos; he aquí el principio de la hiperpolítica, noción que busca conjuntar los diversos experimentos de aprovechar la virtualidad para lugar del trabajo, activismo y comunidad que no se nombra, pero trabaja por abrir nuevos espacios de política.

Carne, máscaras y nación zombie

M. Insanus, texto para la ponencia-performance del 12-abril-2018

Introducción

 

Las denominaciones de Nación y las diversas formas de distribución de la muerte en lo que conocemos como México a principios del 2018 nos denotan una sintomatología que requiere  de una terminología que se adecue a los problemas que ello presenta, tales como bajo qué las subjetividades masificadas se transforman en carne comerciable y vendible. ¿Hasta dónde somos parte de una subjetividad y dónde engranes de una maquinaria que tatúa y enuncia a través de nosotros el ethos de sabernos potenciales objetos de consumo muerto?

Para ello recurro a la presentación de la máscara como el proceso de constitución de una “realidad” mediante los procesos de la imaginación, secundando en cómo la carne se transforma en objeto de consumo y, deviniendo finalmente en una orgía de carne y muerte como condición de una configuración cultural sobre  el exceso mostrado a través de la información en lo que denominamos como fantasma.

 

Los demonios o bien son mediadores entre los dioses y los hombres, o bien —y éste es el caso más frecuente— no son más que las máscaras, los mimos que interpretan su papel.

-Pierre Klossowski

 

Snapshot_20170818_1
Carne marcada, espectacular, mirada dañada

  1. Máscara y fantasma

Los múltiples rostros de un  fantasma  que nos recorre bajo lo que el gobierno ha llamado “Nación”, nos colocan delante de un proceso que podemos nominar como Carnaval[1] entendiendo bajo esto que no existe algo que definamos como “humanidad”, sino un cúmulo de  de máscaras que se han ido construyendo en torno a la necesidad de justificar el la significación del “ser hombre” y los juegos discursivos detrás de él, en un espacio de reflexión filosófica. Se le comprende entonces como el espacio donde convergen los discursos y la vida en el proceso de significarse una y otra vez a conveniencia. El fantasma previamente mencionado obedece a  una modalidad de dichas máscaras; se le enuncia, se le menciona, recorre los imaginarios y las calles  a manera de información que nos llega a terceros, nos evoca números según el Estado: “143 feminicidios en Oaxaca en lo que va del año,”[2] muchos más desaparecidos y en la Ciudad Intocable, como la Roma Aeterna, en donde al menos pueden contarse “7 cárteles operando,”[3] en esta  ciudad que ha dejado de ser intocable desde que el Estado Fallido, incapaz de sostenerse bajo sus pilares de corrupción, ha devenido en la erección de un Estado Alterno capaz de brindar la sustentabilidad  de empleos, escuelas y cierta protección en la cual el primero no pudo. Con ello se ha montado una espectacularidad de la muerte y de nuevos lenguajes que coloquen al Narcotráfico montado en el caballo rojo de sangre coagulada llamado Gore, término tomado por Sayak Valencia del cine para referirse a las particularidades que devienen de la precarización de México a causa del Estado de Excepción, en palabras de Agamben, producido por la corrupción de los diversos colores del PRIismo,  y la asunción de una Narco cultura y sus diversas formas de distribución de muerte.

El fantasma es eso: se le nombra en cantidades exorbitantes que son difíciles de recrear mentalmente, pero que despliegan todo un imaginario que se instituye al ejercer el representarnos dichas cantidades y el asociarnos con ellas de alguna manera, o bien, dejarlas pasar como el cumulo de información que nos llega a través de noticieros, redes sociales y medios de comunicación virtual.  El imaginario es un término tomado de la sociología  a través de Cornelius Castoriadis y que nos refiere a la manera en que una condición de la mente que resulta imprescindible para la construcción teórica del sujeto y de la sociedad, ambos entendidos como instituciones, consolidan construcción de lo social y cultural. Así, los diversos referentes de lo imaginario crean diversas máscaras o interpretaciones del fantasma.   ¿Existe un algo que nos coloque en vínculo directo con las diversas máscaras y evocaciones fantasmáticas que nos lleve a encarnar el acontecimiento?  Para ello continuemos en lo siguiente.

 

  1. De la carne–producto de consumo, la orgía y el desierto

El horizonte de colocarnos en sabernos parte de una mascarada o Carnaval interminable de interpretaciones sobre el acontecimiento de la muerte y sus maneras de distribución nos lleva a preguntarnos si es el fantasma simplemente algo que evoca, se siente y se hace presente, o bien,  que incluso llega a encarnarse, sentirse y hacerse obra de lo común a pesar de sus diversas máscaras.  En el caso de Giorgio Agamben el lenguaje constituye un juego de “la vida del espíritu que lleva la muerte y se mantiene en ella”[4] como un rastro desvanecido; es el principio del fantasma, lo negativo, el rastro de lo muerto que queda en un lenguaje capaz de figurar y señalar en el acto de ser pronunciado aquello que constituye una significación, incluso en su aspecto político y encarnado en nuestro cuerpo.  De ahí la enunciación de sabernos en Sociedad Gore, reconocida como una situación de nivel nacional mediante la identificación de aquellos números que representan causas políticas, muertos, desaparecidos, casos documentados y no. La información llega a niveles vertiginosos, en marejadas que, al igual que las olas, irrumpen con violencia, se muestran en su máxima expresión y luego son reemplazadas por otros casos. Tal es el estado de masificación dado por el uso de la tecnología. Cierto es que  nos coloca delante de estar a un click de la máscara que acontece en el instante, pero también de encontrarnos tan desnudos y susceptibles de todo aquello con que somos bombardeados constantemente en hipervelocidad.

Rápido, como una aguja insertada en el cuerpo, aquello que no se enuncia, pero se encuentra en el fantasma nos va recorriendo, dejando marcas en nuestros cuerpos. Foucault decía que las subjetividades configuradas a través de discursos que atraviesan los cuerpos  creando las particularidades de cada una y, sin embargo, ahora nos encontramos de bruces en múltiples manejos de información que nos uniforman sin importar nuestra subjetividad. Ante ello hablar de cuerpos no es suficiente,  Por ello, la carne es aquello que es atravesado por los discursos, por fantasmas que nos impregnan de su melancolía y su contenido de muerte.

Michael Hardt y Antonio Negri trabajan la cuestión de la carne como consecuencia de una guerra civil global, consistente en el Estado de Excepción planteado ante Estados que caen y se encuentran en una perpetua guerra entre los civiles que intentan mantener o crear nuevas instituciones. Al hablar de una escala global de distribución nos encontramos ante mecanismos a manera de engranajes que se encargan ya no de meras subjetividades, sino de dar una uniformidad a la difusión de sus contenidos. Como dijera Jean Baudrillard:

Hemos recorrido todos los caminos de la producción y de la superproducción virtual de objetos, de signos, de mensajes, de ideologías, de placeres. Hoy todo está liberado, las cartas están echadas […] Ya sólo podemos simular la orgía y la liberación, fingir que seguimos acelerando en el mismo sentido, pero en realidad aceleramos en el vacío, porque todas las finalidades de la liberación quedan ya detrás de nosotros y lo que nos persigue y obsesiona es la anticipación de todos los resultados, a disponibilidad de todos los signos, de todas las formas, de todos los deseos.[5]

 

De ahí dos cuestiones: primero, nos encontramos frente a que todo ha pasado: los lenguajes, la manera en que el consumo se genera, la base de todo ello no está ya simplemente y solamente en los fundamentos de Marx, por debajo de ellos se encuentro toda una maquinaria de los deseos, los placeres, y a la vez todo nos resulta audible, palpable, ajeno pero a la vez contenido que queda detrás de una manera tan rápida como llegó. Con ello queda preguntarnos ¿De qué manera interpretamos y hacemos nuestros dichos contenidos? ¿Es la muerte como contenido literalmente Gore, la desesperanza de encontrarnos en una nación cada vez más jodida, de sabernos que el futuro parece incierto al no saber si seremos el siguiente que desaparezca y por ello hundirnos en los millones de contenidos que llegan a nuestros sentidos? Deviene entonces la simulación como segunda cuestión, y con ella la orgía como ese estado latente en que todo puede suceder. No podemos ya plantearnos en que “las cosas no son como antes” como recordaran algunas generaciones arriba de las nuestras, como anhelando un pasado que no regresará, y ante ello, ante todo lo fallido, se presentan las nuevas simulaciones. No nos queda ya buscar un original ─pues como dijera Pierre Klossowski, “no existe sino la copia de la copia, elevándose así hasta el infinito”─ Simular la orgía es un estado efervescente en donde todo puede suceder y sucede a la vez, como sombras frente a la representación de un ideal sexual en la pantalla de un cine porno y una masa de cuerpos enredados en donde puede encontrarse desde la señora de las quesadillas hasta el político y el oficinista. Y ahora lo pornográfico no es dicha escena, sino la espectacularidad que la misma muerte se presenta en el status orgiástico de encontrarnos como situación del país en tal punto de tope. El apocalipsis ha llegado para establecerse sin mostrar un final, dándonos paso a reconocernos ante dicha situación, en medio de fantasmas que aparecen, hacen presencia y nos recuerdan, rememoran e impregnan con sus recuerdos; con el miedo, el placer, el dolor, lo espectacular, como el agua atravesando la piel: deja una marca, se siente, se disfruta, lastima, pero pasará y lo único que se resentirá en la piel no dejará costra alguna, pero sí la molestia constante de una piel sensibilizada por todo aquello que la atraviesa.

Fingimos entonces ante el fantasma que aparece frente a nosotros, simulamos y moldeamos nuestras realidades ante lo que acontece. Y aún ¿de qué manera lo sentimos, en qué forma se nos encarna en la piel? Tan común es ver un cuerpo atravesado mientras el lenguaje enuncia, estamos tan invadidos y acostumbrados a lo espectacular que lo dejamos pasar, hasta que nos ocurre de bruces al abismo… entonces el terror insoslayable de sentir la muerte aquí, atravesándome te afecta a ti como espectador o lector y a mí, sintiéndola como me configura y moldea en una situación de tensión y efervescencia como el vaso derramado ante lo que pareciera no hay esperanza. Somos entonces carne de consumo, carne potencialmente expuesta y vulnerable, cual zombies que siguen el olor de contenidos gore, el ruido estridente de contenidos virales que se nos arrojan delante. En un mundo post apocalíptico, post moderno, el zombie somos nosotros, pero a la vez somos posible carne de consumo, moneda y producción para un Narco Estado en donde el  cuerpo deja de ser subjetividad para ser cadáver, mensaje, resignificación.

Nuevos lenguajes, nuevas simulaciones, nuevas orgías ante las cuales se nos presentan los nuevos desiertos: ya no es el anacoreta de los primeros siglos el que huye para  alejarse del mundo. Ante el apocalipsis constante, son los sujetos quienes se repliegan entre el vaivén de la información para encontrarse en los no-lugares: espacios virtuales donde se conjuga el cruce de la información sobre nuestros cuerpos extendidos en el ciberescenario.  Se carece de espacio físico ya que realmente no importa el punto donde estemos conectados, el dispositivo de transmisión y recepción es el que enlaza, diluyendo el espacio donde nos encontramos, no hay fronteras más que las que da la misma información. Aquí todo es ultrarrápido, olvidadizo, enajenable. La Ciudad se transforma en una red inmensa de puntos de conexión, de miradas que se cruzan con lo que acontece en todo el mundo, menos allí. He aquí los desiertos, los espacios para extenderse a través de la información configurando nuestros cuerpos que son atravesados por cientos de agujas-información-espectáculo. Al igual que el cuerpo que redacta y lee ¿de qué manera somos afectados, modificados y masificados?  ¿Existe una alternativa para librarnos de los fantasmas que nos aparecen delante? Quizá encontrar parte de las respuestas a dichas preguntas nos permitiría elaborar resistencias que no se transformen en manejos de información. Si el apocalipsis ha llegado, ¿podemos encontrar la manera de abandonar nuestro estado zombificado?

_________________________

 

[1] La figura del Carnaval la tomo de Eugenio Trías, en su texto Filosofía y Carnaval, lectura sugerida para ampliar el tema, es entendido como ese espacio filosófico donde convergen las voluntades de encarnar ciertas máscaras.

[2]  < http://www.eluniversal.com.mx/estados/alzan-la-voz-mujeres-por-la-equidad-y-contra-inseguridad>. [Última visita : 9-03-2018.]

[3] Cf. < http://www.capitalmexico.com.mx/metropolitano/los-carteles-identifican-cdmx-tlahuac-dea-pgr-operaciones/> . [Última visita : 9-03-2018.]

[4] Giorgio Agamben, Estancias, 79 p.

[5] Jean Baudrillard, La transparencia del mal, pp. 9-10.

_______–__________________-_____

Bibliografía

AGAMBEN, Giorgio, El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad. 1ª reimp. Trad. de Tomás Segovia. Valencia, Pretextos,  2008. 177pp.

BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Trad. de Joaquín Jordá. Barcelona, Ediciones Anagrama, 1991. 185pp. (Colección Argumentos)

CASTORIADIS, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad. Trad. de Antoni Vicens y Marco Aurelio Galmarini. Buenos Aires, Tusquets, 2007.

FOUCAULT, Michel, Microfísica del poder. 2a ed. Ed. y trad. de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Madrid, Ediciones La Piqueta, 1992.

HARDT, Michael y Antonio Negri. Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio.  Trad. de Juan Antonio Bravo. Barcelona, Debate, 2004. 462pp.

TRÍAS, Eugenio, Filosofía y Carnaval. 3a ed. Barcelona, Anagrama, 1984. 131pp.

"El cuerpo es la última habitación de erotismo, resistencia y placer" BDSM, Filosofía e Industrial